¿Quién hubiera imaginado, tan solo algunos meses atrás, que una pandemia global intangible azotaría al mundo entero y cambiaría de forma disruptiva el comportamiento cotidiano? ¿Quién hubiera pensado que de un día para el otro exista la necesidad inminente de reinventarnos para vivir en la “nueva realidad” que se está gestando?
¿Quién hubiera pensado que de un día para el otro exista la necesidad inminente de reinventarnos para vivir en la “nueva realidad” que se está gestando?
Durante los últimos tres meses de encierro, he leído y escuchado un sinnúmero de artículos, blogs, podcasts y conversaciones acerca de cuáles podrían ser las posibles configuraciones del mundo pos-pandemia. Ahora bien, déjenme decirles en primera instancia que, como sostiene el prospectivista Francisco Mojica en su obra Introducción a la Prospectiva Estratégica para la competitividad empresarial publicada en Bogotá el año 2010, “el futuro no es único y lineal, sino incierto y desconocido”.
El estudio del futuro es una disciplina científica que se encarga de explorar, mediante interrogantes, debates y conversaciones, cuáles son todas las posibles configuraciones que el futuro de cualquier fenómeno, lugar y/u objeto puede llegar a tener en un horizonte temporal determinado. Se trata de detectar y comprender los cambios emergentes y prepararnos, mediante la acción proactiva, para afrontar los distintos futuros alternativos que estos cambios puedan configurar.
Mi trabajo como futurista es ayudar a las personas a identificar e internalizar estos cambios invitándolos a debatir sobre los posibles caminos que el futuro puede tomar, ya sean positivos o negativos. La misión es lograr que las personas desafíen sus mentes para pensar de forma creativa, innovadora y divergente, logrando apropiarse de esos futuros y emprender, mediante la acción, el trayecto para alcanzar el que ellos prefieran, como individuos, como organizaciones o como sociedad.
La pandemia actual representa un evento de ruptura que, en el campo de los estudios del futuro, se lo denomina de baja probabilidad de ocurrencia, pero de alto impacto si sucede. El Covid-19 ha traído aparejado un proceso de aceleración de tendencias y la aparición de nuevas variables a nivel mundial que, en el corto, mediano y largo plazo, cambiarán la configuración del presente.
El factor sorpresa puede atribuirse a la existencia de una crisis endémica del pensamiento. Crisis que se centra en la imposibilidad de alejar nuestras mentes del corto plazo y ubicarlas en un horizonte lejano
Procesos tales como la digitalización de la economía, la reconfiguración del empleo, el aumento de la conciencia ambiental y el empoderamiento de los ciudadanos, representan algunos de los incontables fenómenos que, sin dudas, comenzarán a acelerar su asentamiento en todos los países del mundo utilizando a las tecnologías exponenciales como plataforma de transformación.
Todas las organizaciones, incluyendo al Estado, se han sorprendido por la explosión del fenómeno del Covid-19. Más allá de las diferencias entre los países, ninguna, al menos desde los conceptual, estaba preparada para afrontar este tipo de situación, principalmente desde el aspecto psico-social. El factor sorpresa puede atribuirse a la existencia de una crisis endémica del pensamiento. Crisis que se centra en la imposibilidad de alejar nuestras mentes del corto plazo y ubicarlas en un horizonte lejano.
Como toda habilidad, el pensamiento del futuro puede adquirirse. Cualquier individuo puede entrenar su cerebro para desafiar su propia caja de pensamiento y lograr imaginar diferentes alternativas futuras surfeando en la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad que configura al mundo actual.
El trayecto hacia el futuro debe ser concebido como un desafío colectivo común que tiene como fin último adquirir y desarrollar una capacidad anticipatoria con influencia transgeneracional
El trayecto hacia el futuro debe ser concebido como un desafío colectivo común que tiene como fin último adquirir y desarrollar una capacidad anticipatoria con influencia transgeneracional. Para ello, el emprendedorismo, guiado por un proceso de estimulación cognitiva para imaginar y diseñar futuros desde el pensamiento creativo, innovador y divergente, representa una de las habilidades blandas vitales que necesitamos desarrollar como seres humanos. La adquisición de esta capacidad anticipatoria, a través del estudio del futuro, encarna la habilidad más importante para enfrentar lo que resta del turbulento siglo XXI.
Debemos preparar a nuestros ciudadanos y organizaciones para el futuro que nos espera ayudando a las comunidades a enfrentar la complejidad desarrollando capacidad de resiliencia al cambio permanente. Si la lógica en este proceso no es transgeneracional, caeremos nuevamente en el paradigma del pensamiento cortoplacista en el que estamos atrapados hace décadas girando en círculos, sin escapatoria. De esta manera, impulsaremos el desarrollo de una Argentina colectiva con extremo liderazgo, creatividad, proactividad y conciencia de que el futuro importa, de que el futuro comienza hoy.
*Lic. en Estudios Internacionales (Di Tella) y Especialista en Prospectiva Estratégica (UCES)
Fundador y Director del Instituto Argentino de Estudios del Futuro (IArEF), (@somosiaref)